El día 31 de julio el narrador nasqueño Gregorio Martínez presentó en la sala Clorinda Matto de Turner de la FIL Lima, Embrujos y otros filtros de amor. La segunda obra que presenta esta titulada Mero listado de palabras. Revista ICArte comparte el interesante artículo del diario El Peruano. Conozcamos un poco más sobre nuestro coterráneo escritor .
Gracias a las nuevas tecnologías Gregorio Martínez
(Coyungo, Nasca, 1942) nos responde desde Estados Unidos. En la FIL Lima se
lanzan Mero listado de palabras y Embrujos y otros filtros de amor, lo que
refleja que su labor de escriba no se detiene. “Sí se detiene y mucho –responde
Goyo–. Apenas he publicado un par de novelas en toda mi vida. Si soy un
novelista ignorado, toda la culpa es mía. Soy un ilustre desconocido por una
razón evidente: precariedad bibliográfica en lo novelesco”.
-¿Es de los que escriben con horario fijo?
-Desgraciadamente, siempre he sido un escritor marginal.
Escribo en los márgenes a lo largo del día. Únicamente, cuando estoy solo.
Algunas veces me he dado escapadas a paraísos solitarios, acompañado con
alguien del mismo oficio y distinto sexo. Al final, no escribía ni una línea.
-¿Embrujos y otros filtros de amor (editorial Peisa) es una
reescritura de La gloria del piturrín y otros embrujos de amor (1985)?
-Sí. Desde que publiqué mi primer libro, Tierra de
caléndula (1975), mi proyecto literario es uno solo, narrativo o no, un
almanaque, así como el Almanaque Bristol. Entonces, todo está sujeto a revisión
y cada libro resulta el fragmento de un mosaico o mural. De modo que ninguno de
mis libros está libre de que le meta mano.
-Mero listado de palabras (editorial Imago) reúne sus
recientes columnas. No creo que pasarlos al libro haya sido, en su caso, por
puro “espíritu fenicio”.
-Sin duda, las presas de Mero listado de palabras
constituían un rico material para un almanaque. Se imponía ponerlo en bandeja.
A diferencia de Mario Vargas Llosa yo pondero el “espíritu fenicio”. Los
huancas, los chinchas, los aimaras, también son muy mercantilistas, ahora y
siempre. Yo como nasca y aimara (Ayar Cache es mi pseudónimo) creo en la feria
y en el mercadeo.
-También analiza la segregación racial. ¿Qué opina del
término ‘afroperuano’?
-El problema es que los vocablos ‘zambo’ o ‘mulato’ tienen
una carga oprobiosa. En Estados Unidos no se puede usar ‘zambo’ porque se trata
de un personaje denigrante. Solo por esto ‘afroperuano’ o ‘afroamericano’
resultan más convenientes.
-Hace dos años salió una edición nueva de Canto de Sirena
(1977). ¿Ha planificado reeditar sus obras?
-[El editor] Germán Coronado quería sacar una especie de
“obras completas”. Yo le dije que no. Prefería que mis libros salieran uno por
uno, así desamparados como nacieron. En cuanto a traducción, Dick Gerdes, el
traductor al inglés de Alfredo Bryce, quería hacer una versión de Canto de
sirena en las editoriales universitarias. Esos sellos a mí no me interesan.
Aprecio y valoro el riesgo que asumen en el mercado librero las editoriales
comerciales que bailan con su propio pañuelo. Desde el principio fue así:
Carlos Milla Batres, Mosca Azul Editores, Maurice Nadeau, Peisa, Ediciones del
Norte, y ahora, Imago.
-¿Ya tiene fecha de salida su próximo libro?
-He trabajado bastante tiempo una novela que terminaré este
año. También afloró la narración de cuando a los 6 años atravesé el desierto,
solo, para ir a Chauchilla desde Taruga, montado en una burra muy sabia,
‘Alejandrina’. Creo que la novela se titulará Alejandrina, tú. Posiblemente,
cuando publique la novela en proceso, volveré al Perú para sostener, cara a
cara, todo lo que le digo. Porque más que de ficción, se trata de fricción.
FUENTE: EL PERUANO
(Coyungo, Nazca, 12 de marzo de 1942) es un escritor peruano, uno de los más destacados representantes de la narrativa afroperuana contemporánea.
Martínez hizo sus estudios iniciales en Nazca, luego, en 1961, ingresó a la Universidad Nacional de Educación en Chosica, luego pasó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1964, se graduó como bachiller en 1967 y obtuvo el título de profesor en 1969. Siguió estudios de lingüística entre 1969 y 1971 y fue incorporado como docente en 1971.
Entre 1982 y 1984 trabajó en la Universidad de Grenoble. Actualmente reside en Estados Unidos.
Las ficciones de Gregorio Martínez se desarrollan por lo general en la costa sur peruana -en especial, el pueblo de Coyungo y sus alrededores- y suelen tener como protagonistas a campesinos afroperuanos. En su obra, el autor trata de captar la riqueza del lenguaje oral de los negros de la costa sur de Perú.
Gregorio Martínez es en cierto sentido un continuador de la prosa vigorosa de Enrique López Albújar, quien en 1928 en su novela Matalaché, describe los desenfadados amores de un negro con una mujer blanca en los arenales de Piura. Martínez reivindica su filiación popular, lo hace a través de su límpido lenguaje que recoge y da lustre al habla de los negros, pero al mismo tiempo, en una serie de citas, muestra su aspiración de ser reconocido como un actor de la literatura del canon. El español que utiliza es aproximativo, a ratos arcaizante, lleno de neologismos, en conflicto permanente con la escritura académica.
Martínez hizo sus estudios iniciales en Nazca, luego, en 1961, ingresó a la Universidad Nacional de Educación en Chosica, luego pasó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1964, se graduó como bachiller en 1967 y obtuvo el título de profesor en 1969. Siguió estudios de lingüística entre 1969 y 1971 y fue incorporado como docente en 1971.
Entre 1982 y 1984 trabajó en la Universidad de Grenoble. Actualmente reside en Estados Unidos.
Las ficciones de Gregorio Martínez se desarrollan por lo general en la costa sur peruana -en especial, el pueblo de Coyungo y sus alrededores- y suelen tener como protagonistas a campesinos afroperuanos. En su obra, el autor trata de captar la riqueza del lenguaje oral de los negros de la costa sur de Perú.
Gregorio Martínez es en cierto sentido un continuador de la prosa vigorosa de Enrique López Albújar, quien en 1928 en su novela Matalaché, describe los desenfadados amores de un negro con una mujer blanca en los arenales de Piura. Martínez reivindica su filiación popular, lo hace a través de su límpido lenguaje que recoge y da lustre al habla de los negros, pero al mismo tiempo, en una serie de citas, muestra su aspiración de ser reconocido como un actor de la literatura del canon. El español que utiliza es aproximativo, a ratos arcaizante, lleno de neologismos, en conflicto permanente con la escritura académica.