06 agosto 2019

PRESENTACIÓN AL LIBRO “SABIDURÍA” DE GREGORIO MARTÍNEZ.


Cecilia Oré
arteygestioncultural@gmail.com



El 1 de agosto se presentó en Lima, durante la Feria Internacional del Libro - FIL, la obra «Sabiduría. Pájaro pinto» de Gregorio Martínez cuya  editorial es Peisa. El libro en mención es el tercer y último volumen de la trilogía Pájaro pinto y la culminación de una brillante carrera literaria. La presentación del libro estuvo a cargo de Félix Terrones, Milagros Carazas y Víctor Campos Ñique.

Me complace mucho compartir con los lectores de Revista ICArte la presentación que hiciera en la FIL 2019 el gestor cultural y amigo  Víctor Campos para la obra "Sabiduría" del insigne escritor nasqueño, lamentablemente fallecido, Gregorio Martínez. 






Víctor Campos Ñique 
Chincha, 1 de agosto de 2019. 

Señoras y señores. 

Quiero agradecer a Germán Coronado de Peisa y al escritor Christian Reynoso por conferirme el honor de ser parte de la mesa de presentadores del libro “Sabiduría” del gran escritor peruano Gregorio Martínez y que es la última entrega de la trilogía “Pájaro Pinto”, florilegio que se constituye en una verdadera joya de la literatura peruana, pero también en un vitriólico artefacto de la prosa contemporánea. 

Toribio Cutipa es el protagonista de la trilogía y la elección del autor para el nombre del personaje no creo que haya sido de forma gratuita. Como se sabe, Gregorio Martínez, pensaba retornar al Perú para personalmente presentar “Pájaro Pinto” y es que un posible significado etimológico de Cutipa es “el que regresa”, mientras que Toribio significa “ruidoso, movido”. Y, claro, el contenido de “Sabiduría” y por extensión de toda la trilogía es bastante polémico, controvertido, sub júdice. 

Pero permítaseme hacer un paréntesis respecto al nombre del personaje principal de “Sabiduría” para contarles que coincidentemente el personaje central del libro “999 palabras para el Planeta Tierra”, novela de mi querido amigo y gran escritor peruano Enrique Congrains dedicada a Gregorio Martínez, lleva el mismo nombre Toribio pero varía en el apellido que es Huaita. Toribio Huaita en la novela es un profesor de la zona rural y que sería el álter ego del autor de “Canto de Sirena”. 

Ya sabemos qué significado tiene Toribio, mientras que Huaita es palabra quechua que significa “flor” y entiéndase este término como lo más hermoso de la naturaleza. Congrains quizá eligió el apellido de su personaje como homenaje para una de las mejores plumas de nuestra literatura, para la prosa más hermosa del parnaso literario peruano. Soy testigo de excepción de la gran admiración que tenía Enrique Congrains por la escritura de Gregorio Martínez y digo esto porque cuando el autor de “Kikuyo” me visitó en Chincha por recomendación del autor de “Tierra de caléndula” observé que estaba releyendo con fruición “El libro de los espejos. 7 ensayos a filo de catre” y me supo decir lo siguiente: qué erudición la de Goyo y qué tal memoria para contarlo de esta forma. 

Y hasta en una reunión con docentes y estudiantes que organicé en la biblioteca municipal de Chincha, Congrains consultó a los jóvenes si habían leído “Canto de Sirena” y dos de ellos le respondieron afirmativamente y él se alegró como si hubiese recibido una de las mejores noticias del día. 

Y a propósito de esta anécdota, me pregunto ¿por qué los textos de Gregorio Martínez no son consignados en los libros escolares, carajo? Y cuando expreso esto último no crean que estoy emulando al patético y tristemente célebre expresidente de nuestro país, no. Claro que no. Estoy sirviéndome de la forma de expresión que usa Goyo en varios párrafos de “Sabiduría” para darle fuerza a lo que quiere decir. 

Si los textos de nuestro insigne escritor los incluyesen en los textos escolares, nuestros estudiantes se sentirían más cercanos a su realidad porque Gregorio Martínez cita una serie de personajes y hechos que en muchos casos son desconocidos en la propia zona como por ejemplo en mi tierra Chincha. Si bien Antonio Gálvez Ronceros es un escritor reconocidísimo en el Perú, muchos alumnos todavía no lo han leído y menos al gran filósofo nacido en el distrito de Chincha Baja como es Víctor Li Carrillo, a quien Goyo lo menciona en más de una ocasión al igual que nuestro ilustre literato, autor de “Monólogo desde las tinieblas”. Li Carrillo fue discípulo del filósofo alemán Martín Heidegger como en efecto se señala en “Sabiduría”. 

En “Sabiduría” encontramos planteamientos particulares y cáusticas críticas a posturas ideológicas, sociales y económicas que sólo un escritor como Gregorio Martínez tiene, para decirlo en consonancia con su estilo, los cojones de expresarlo. Algo así como solemos leer en Facebook: se tenía que decir y se dijo. Lo hace sin rodeos, sin ambages, sin pelos en la lengua, sin anestesias. 

Pero también rescata a personajes poco valorados o anulados por la historia o la literatura y que incluso son de bajo estrato social pero con enorme talento. 

Me divirtió mucho cuando empieza a narrar la historia de la expresión ¡se pasa pal culo! cuya variante eufemística sería ¡se pasa pal Cusco!, pero por varios fragmentos subsiguientes me mantuvo en pindinga, en ascuas, hasta que nos cuenta que el primero en usar aquella frase fue Álvaro Broncano , estudiante de literatura de San Marcos. 

O cuando nos da constancia de su caso de subrogación como profesor en San Marcos y de la entrevista que sostuvo con el vicerrector Gustavo Sacco Miró Quesada y ponen en el diálogo el asunto de la navaja de Ockham y la chaira Okapi. Gregorio Martínez es genial para convertir temas tan complejos en cuestiones muy sencillas y explicarlos con singular humor. 

Este suceso Goyo me lo contaba ya hace algún tiempo en un mensaje de correo electrónico que revisé antes de venir a la presentación. 

De hecho he encontrado en “Sabiduría” algunos pasajes y personajes mencionados también en otro libro erudito de Goyo como es “Diccionario Abracadabra”, que ganó el Premio Copé de Oro de Ensayo Internacional y en donde en una de sus páginas generosamente menciona a mi señora madre, Blanca Ñique, quien fue su profesora en el colegio “Simón Rodríguez” en Nasca, así como también a otro familiar, el reconocido jurista y ex Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Lima, Dr. José Antonio Ñique de la Puente. 

Leer “Sabiduría” ha sido para mí una lectura de reencuentro porque varios datos que aparecen en este libro y en toda la trilogía Goyo me los compartió en información consignada en la correspondencia que sostuvimos vía mensajes de correo electrónico. Por eso inicié mi intervención agradeciendo a Germán Coronado y a Christian Reynoso porque ellos movieron los hilos del destino para que yo esté en este momento ofreciendo unas desgarbadas y humildes palabras no sólo para esta trascendental presentación, sino también para conmemorar este 7 de agosto el segundo año de la partida física de nuestro querido y entrañable Goyo Martínez. 

Ahora que reflexiono sobre los mensajes de correo electrónico que compartí con Goyo, puedo llegar a la conclusión que él se fue despidiendo de mí por partes, por capítulos y yo medio ahuevado no me di cuenta, pero como conversamos en alguna ocasión con Josué Lancho Rojas, el mejor historiador de Nasca y pata del alma de nuestro autor, mencionado repetidamente en el libro, pensamos que Goyo era eterno y lo es y será de alguna forma a través de su riquísima, deliciosa, exuberante, excitante intelectualmente y genial literatura. 

Si tendría que decir el por qué leer a Gregorio Martínez, me valdría en parte de la dedicatoria que le hace Congrains en la novela dedicada a Goyo y respondería: por él mismo, por su obra y por su tierra Nasca y agregaría, porque es un autor peruanísimo que como César Vallejo convirtió su tierra chica en su patria grande. 

Claro, cómo no recordar a otro gran amigo y cómplice de Goyo y amigo nuestro también, el peruanista francés Roland Forgues, quien es citado en todo un capítulo de “Sabiduría” y quien ha prometido en octubre próximo presentar un libro suyo sobre su yunta, que sacará roncha y chispa tal como lo hace esta trilogía. 

La frase no podía ser más oportuna, puntual y precisa para reflejar la gran amistad entre ambos y que la volví a leer en la tarjeta que traía la corona de flores enviada por Forgues puesta en la sala del Museo de la Nación donde fueron veladas las cenizas de nuestro querido Goyo. La frase es: de Couyou a Coyungo. 

Goyo trabajó hasta el último momento en esta descomunal obra. En el 2016 me pidió en uno de sus mensajes que si tenía información sobre el lingüista Julio Díaz Falconí, se lo proporcionara, pues ya debía ir acabando la novela que hoy se termina de presentar y hasta, como se puede comprobar fácilmente en uno de los libros de la trilogía, cita libros editados y publicados en el 2017, pocos meses antes de fallecer. Increíble. Así era el gran Gregorio Martínez Navarro. 

Regresemos a casa con un libro de Goyo bajo el brazo o con la trilogía completa y por último vayamos formando nuestra propia biblioteca en el hogar de toda su producción literaria. Es un lujo, porque es de lo más granado, no graneado, graneado serán otros. Goyo es de lo más granado que tenemos en el Perú. 

Gloria, sí, gloria, además del piturrín. Gloria y honor a Gregorio Martínez Navarro. 

Muchas Gracias. 



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