26 febrero 2022

Loable labor de "JUEVES DE BICENTENARIO" en Biblioteca Municipal "José de San Martín"


Unos pocos afiches de la innumerable labor realizada en JUEVES DE BICENTENARIO




JUAN CARLOS ROMANÍ CHACÓN


Cecilia Oré
arteygestioncultural@gmail.com



JUAN CARLOS ROMANÍ CHACÓN está detrás de todo el trabajo de los Jueves por el Bicentenario. A nombre de Revista ICArte conversé con él para conocer más sobre él y los  pormenores de su admirable dedicación en una tarea que muy pocos asumirían. 

Nace en Marcona – Nasca, Ica el 19 de Octubre de 1972. Culmina sus estudios secundarios en el I.E. Almirante Miguel Grau de Marcona. Se traslada a Ica para su preparación en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga, donde se recibe como Educador y Periodista. Es esposo y padre de familia de 3 hijas.
Lleva 15 años como servidor público laborando para la Municipalidad Provincial de Ica, donde fue jefe de prensa durante 13 años.

Lamentablemente, en el mes de Julio del 2019, sufrió un accidente cerebro vascular, dejándolo con una parálisis parcial. Juan Carlos fue consciente que no debía abandonarse, pues la depresión sería su peor enemiga y lo devastaría. Con ayuda de su familia, rehabilitación y la mejor decisión de solicitar su traslado para laborar en la Biblioteca Municipal “Don José de San Martín”, logró dar su primera conferencia sobre el Bicentenario del Perú, ante un gran auditorio, en la ciudad de Chincha en Febrero del 2020. Paso importante para vencer exitosamente su propia enfermedad.

Durante toda la pandemia Juan Carlos Romaní no ha cesado su investigación y difusión sobre los héroes patrios, aquellos a quienes les debemos que el Perú sea una república. En una breve entrevista con Juan Carlos, me confiesa haber trabajado mucho en la difusión de los Jueves del Bicentenario, pero que no ha contabilizado cuántas publicaciones o charlas on line ha dado. Su trabajo de condensar antiguas publicaciones, es llevar una lectura ágil y rápida para aquellos que no llegan a las puertas de la biblioteca. Es un eslabón importante en el espectro del conocimiento para los iqueños. Él agradece la confianza de la directora de la Biblioteca, María Pineda de Vera persona con quién coordina toda actividad que se realiza a nombre de la biblioteca.

Lo que Romaní tiene muy en claro, es su misión de continuar el derrotero por la integración regional. Así como lo hicieran a paso firme el Dr. Raúl Sotil Galindo, Alberto Casavilca Curaca, Luis Raúl Tipismana y Rodolfo Chalco. Le doy toda la razón. Salvo Alberto Casavilca, conocí a estos iqueños y pude conversar personalmente con ellos sobre nuestra querida tierra. Gracias a estos personajes que lamentablemente ya no están con nosotros, que registraron la historia, desempolvaron folios olvidados y refrescaron la memoria de Ica,  más iqueños se sienten orgullosos, porque la conocen más, aprecian nuestro patrimonio y conocen la historia de aquellos que forjaron Ica a fuerza de lágrimas, sudor y sangre.

Mis felicitaciones sinceras a Juan Carlos Romaní por toda la entrega y patriotismo demostrado en un Bicentenario que no fue festivo, que tuvo tintes de tragedia debido a la pandemia, pero que gracias al trabajo de personas como él, no olvidamos rendirle homenaje a los que lucharon la independencia de nuestro querido Perú.


ABAJO COMPARTO RECIENTE DIFUSIÓN DE LA BIBLIOTECA "JOSÉ DE SAN MARTÍN" . En esta oportunidad a una gran mujer, una iqueña de armas tomar. Para seguir sus publicaciónes en Facebook, pinche el link.





LA MUJER PERUANA EN LAS GUERRAS NACIONALES

ANTONIA MORENO DE CÁCERES

Patriota iqueña, esposa del General Andrés Avelino Cáceres, jefe de la resistencia peruana, en la guerra con Chile
Cuando los acontecimientos más graves se realizaban, durante la contienda de la guerra con Chile, y cuando el ejército invasor había ocupado la capital, el General Cáceres, no aceptó la derrota, y frente a sus tropas, mantuvo la resistencia, en la región andina, durante la gloriosa campaña de la Breña.

Allí se hizo sentir entonces la acción heroica de Antonia Moreno de Cáceres, esposa del valiente soldado, cuya cabeza estuvo a precio, por el General Linch, jefe de las fuerzas ocupantes. Durante algún tiempo, la señora de Cáceres, permaneció en Lima, lista a cumplir las órdenes de su esposo, con quien se mantenía en constante comunicación y que, con un valor extraordinario y una viveza admirable, cumplía, todo cuanto se le encomendaba, sin que le arredrara nada absolutamente. Llegó, sin embargo, el momento en que la permanencia de la señora y de sus tres hijas, se hiciera imposible en la capital, donde Linch no les ofrecía garantía alguna.

En Lima se había formado un Comité secreto, que procuraba a Cáceres armas, municiones, vestuario, y cuanto le era necesario para continuar la campaña, y era alma de ese movimiento la señora Antonia Moreno, quien de acuerdo con los hermanos Incháustegui postillones muy conocidos en el servicio de arrieraje comercial y que por la misma razón, eran insospechables, ponía en manos de su esposo, todo lo que, por el mismo conducto, pedía con urgencia.

El trabajo de la señora de Cáceres era tan intenso, que por muchas precauciones que tomara, llegó a ser traslucido, por el jefe chileno, quien le hizo saber, que tomaría medidas de rigor, sino se moderaba, por lo mismo que siempre burlaba su vigilancia.
Se hacía indispensable una conferencia con el General, que se hallaba con su Cuartel General en Matucana, y fue la señora Cáceres, quien se ofreció para tan arriesgada empresa. Era importante el que se pusiera de acuerdo con él respecto a la solución que adoptaría en el porvenir; al mismo tiempo debía informarle de la verdadera situación, por la que se atravesaba en Lima.

Era un propósito tan difícil, que todos los amigos que la secundaban, encontraban imposible de realizarse, por lo mismo que pesaba una vigilancia incesante; pero la señora de Cáceres tenía un espíritu de entereza varonil y una alma de patriota, no deteniéndose jamás, cuando se trataba de hacer bien a su patria.

Lo primero que pensó fue, en dejar a sus hijas en lugar seguro, y madre antes que todo, las internó en el colegio de los Sagrados Corazones, de San Pedro, entregándolas a la Madre Superiora, con la recomendación muy especial, de que nadie sino ella podía visitarlas y sacarlas cuando fuera necesario.

Ya libre de esa responsabilidad, la señora se pertenecía por entero al servicio de la causa, que su esposo sostenía y defendía. Se embarcó en el tren que debía conducirla, sin preparativos previos, ni anuncios y confundiéndose con todas las personas que viajaban, entre las cuales procuró pasar, por una de las tantas que hacían ese trayecto.

Los viajes de ida y regreso eran tan frecuentes, como las circunstancias lo exigían, sin haber sido sorprendida en ningún momento, pues en cada vez tenía medios diferentes para pasar inadvertida. Llegó, sin embargo un momento muy difícil, en que en Consejo de Ministros, se resolvió tomar a la familia. Esto ocurría, estando la señora en Lima, y no le quedó otra salvación, que partir con sus hijas pequeñas, poyada por algunos amigos leales, y pasando todos los trabajos, y los peligros, que es posible imaginar; y resguardadas en una carreta, en la que pasaban como una de las familias de campesinos, pudieron llegar al sitio en que las esperaban las bestias, que debían llevarlas a la quebrada, después de haber pasado por distintas haciendas, y recorrido en una noche de angustias increíbles, los lugares designados en el derrotero señalado por las personas encargadas de conducir a la familia.

Se necesitaba un alma templada, como era la de la señora Cáceres, para no sentirse vencida en esa lucha contra la fatalidad y contra todo. Reunida con su esposo, en las inmediaciones de Matucana, pudo encontrarse salvada su familia, que en medio de peligros tan inminentes, había salido de la capital, burlando la vigilancia, que sobre ella pesaba.
Desde entonces se convirtió la señora Cáceres, en el más seguro sostén de la causa patriótica, y no había comisión secreta y delicada, que se le confiara, que no cumpliera a entera satisfacción.

Las exigencias de la campaña, obligaron a todos a internarse en la sierra, hasta que la familia estableció su sede en Ayacucho, para la seguridad de las niñas, sin que la señora hubiera dejado de tomar parte activa en todo, hasta que llegó el momento en que se firmara el tratado de paz, por el que, las tropas enemigas abandonaban el territorio, después de tres años de ocupación, que significaron para esa valerosa mujer, la lucha de todos los días, y de todos los momentos.

Fuente:
Elvira García y García Bert
“La mujer peruana a través de los siglos”
Págs. 387, 388, 389
Lima, 1924
Biblioteca Municipal “José de San Martín”
Catálogo: BIOGRAFÍAS B 85